miércoles, 3 de abril de 2013

Los últimos días de Wilko Johnson








Asisto pasmado y con un nudo en la garganta a los últimos días de vida de Wilko Johnson. La historia es conocida. Las pasadas navidades diagnostican al guitarrista un cáncer terminal de páncreas. Hablando en plata: le quedan nuevo o diez meses de vida. Si Wilko optaba por un tratamiento de choque (quimioterapias severas y cóctel de pastillas) los doctores garantizan que su vida se alargaría unos meses más, quizá hasta el año y medio. Eso sí, mermando sus facultades hasta dejarlo tan debilitado que apenas podría realizar la actividad con la que es más feliz: ofrecer conciertos. Wilko, testarudo hombre criado en las alcantarillas de Canvey Island (allí, eso de “los hombres no lloran” no es un recurso: es una orden), opta por salir a la carretera antes de que el bicho le desgarre las entrañas.


Estamos, pues, ante una de las lecciones más brutalmente emocionantes de la historia del rock: un tipo con la soga al cuello, con la gruesa cuerda ahogando su tráquea silenciosamente cada día un poco más, que, sin embargo, funciona como cualquier músico en gira: probando sonido, pendiente de que la sala se llene, negociando los cachés, ¡ofreciendo entrevistas! Esto último resulta admirable: un artista de promo los últimos días de su vida. Además de participar esporádicamente como actor en Juego de tronos…
Por el camino pasan cosas, algunas incluso cómicas. Antes de afrontar la gira por Reino Unido viaja a Japón para calentar su Fender Telecaster… y para aprovisionarse de algunas sustancias que le proporcionen felicidad en sus últimos días. Él sabe que allá hay material especial. Nada de la habitual dureza occidental (“la heroína y la cocaína son para cobardicas; yo prefiero anfetaminas y morfina”, declara, medio en broma, a un periodista amigo). Le hablan de que el cristal meth japonés obra milagros. Cuando va a pagar a su enlace, sudor frío: el pin de la tarjeta de crédito da error. Su acompañante en el viaje anuncia en el Facebook del músico el problema que tiene con la tarjeta y solicita que llamen al banco para subsanar el error. La avalancha de llamadas es tal que las líneas telefónicas del Barclays Bank se colapsan. Finalmente, Wilko consigue sus analgésicos.

La anécdota la cuenta el propio Wilko en el reciente número de la revista inglesa Classic Rock. Y lo hace destilando sentido del humor. La gira de marzo por Inglaterra es un bombazo. Sí, son salas de pequeño y mediano aforo (las que siempre frecuentó con Dr. Feelgood y en solitario), pero las entradas se agotan en horas. Los conciertos se han celebrado con éxito: se puede visionar alguna canción con un sonido decente en YouTube. Pero no hay que preocuparse: habrá dvd de la gira en breve. Antes de entrar en el Gran Sueño, el corajudo músico quiere ofrecer otra gira y grabar un último disco. Recurrimos a sus palabras para lo que vendrá después: “Mientras tenga fuerzas estoy haciendo lo que realmente deseo. Cuando se acerque el final, les pediré a los médicos que me den una gran dosis de morfina para desaparecer con una sonrisa tontorrona en mi cara”. Nadie se lo reprochará…

La últimas noticias son tan lógicas debido a su cabrona enfermedad como desasosegantes: ya ha tenido que cancelar algún concierto por las dolencias. El maldito cáncer ha ido dejando solo a Wilko. Ya se llevó, hace 19 años, a su gran compinche de Dr. Feelgood, el cantante y armonicista Lee Brilleaux; y hace ocho años también acabó con su mujer, Irene, con la que se emparejó cuando ambos eran adolescentes.

Nunca pude ver a Lee Brilleaux y a Wilko Johnson tocar juntos (los dos comparten la imagen de este blog). En realidad su relación fue breve. Apenas seis años, tres discos de furioso rhythm&blues (Down by the Jetty -1975-, Malpractice -1975-, y el directo Stupidity -1976). Sí disfrute de ellos por separado. Varias veces en sus frecuentes giras españolas. Recuerdo especialmente un concierto atómico de Wilko Johnson en la sala Universal Club, de la calle Fundadores de Madrid. Sería finales de los ochenta. Y otro de Dr. Feelgood, en el auditorio Egaleo, de Leganés, también de Madrid, donde un Lee Brilleaux en forma acabó lanzándose al público.

Cuando los dos tocaban juntos, allá por mediados de los setenta, cuentan que sus conciertos eran el espectáculo más intenso en la escena rockera británica. Lo decían en entrevistas Joe Strummer, Mick Jones o Steve Jones, que luego formarían The Clash y Sex Pistols. Muchos afirman que sin Dr. Feelgood el punk británico no hubiese sido lo que luego resultó. Recomiendo especialmente el visionado de la película que filmó sobre Dr. Feelgood el director Julien Temple, Oil City Confidential, modélico ejercicio periodístico de cómo se debe realizar un documental de rock.    
 

Con su actual actitud, Wilko Johnson, de 65 años, no solo otorga dignidad a la vida de músico, sino a algo bastante más relevante: a la profesión de vivir. Este tipo (qué carajo) está escribiendo su propio obituario mientras golpea su Telecaster.

La historia de Wilko Johnson será más memorable mañana, cuando se hable de ella. No lo dudéis…

3 comentarios:

  1. Admiro a Wilco Johnson. No sólo por su música, sino también, por su carisma y personalidad...hasta el final.

    Yo también padezco cáncer y no tengo la entereza que tiene Wilco.

    Aunque me voy acostumbrando día a día a mi situación y en ello ha contribuído no sólo la terapia psiquiátrica y psicológica que sigo, sino también la actitud de Wilco.

    Mientras se pueda hay que luchar contra la enfermedad y luego aceptar el final.

    Hasta siempre wilco.

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  2. wilko johnson destila vida en cada entrevista y en cada show. un verdadero ejemplo de integridad y de entereza. siempre estaras entre nosotros, wilko!

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  3. Mas de un año depues ahi esta aun el tio, con dos cojones! Esta semana le han operado y espero que pueda seguir dando guerra durante mucho tiempo. GRANDE WILKO!

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