Texto publicado en 'Dominical', el 28 de abril de 2013.
UN ACCIDENTE DE
TRÁFICO
con varios huesos y ligamentos quebrados como resultado es el antecedente de
uno de los discos más primorosos del pop español de los últimos meses.
Guillermo Farré (madrileño de 33 años, de padres catalanes) cometió el error
más típico que se le advierte a un español: cruzar a pie una avenida londinense
sin mirar a la izquierda. Un coche pasaba en ese momento y... ¡catacrack!.
Guillermo ingresó en las urgencias de un hospital inglés. Luego, le trasladaron
en un avión-sanitario a España para operarle. “Estuve dos meses de baja, en la
cama y en silla de ruedas. Y me propuse componer una canción diaria. Algunas
eran caóticas, porque estaba medicado. Pero saqué ideas que luego conformarían
el disco”, explica el protagonista.
El día del
siniestro, Guillermo se encontraba en Londres para tocar con su grupo, Wild
Honey. Y esas canciones que esbozó en su convalecencia integran el segundo
álbum del grupo, Big flash. Cuando Farré habla de “baja laboral” se refiere al
trabajo que le proporciona un sueldo fijo. Estudió Audiovisuales y lleva años
trabajando en un canal de la TDT, Turner. Es el encargado de seleccionar los
contenidos. “En el trabajo ignoran que tengo un grupo. Lo intento mantener
separado”, informa. Estamos, pues, ante otro músico de talento que se ve obligado
a crear por amor al arte. “Al nivel independiente en el que yo me muevo la
industria musical en España es muy precaria: no existe una red de salas para
tocar y las discográficas son mínimas y sin recursos”.
Una pena, porque
discos como Big
flash merecen
repercusión, también en la cuenta corriente de su creador. Farré convierte a
Wild Honey en un festival de melodías, armonías vocales, sonidos optimistas.
¿Referencias? Los Beach Boys más orquestales (de hecho, Wild Honey coge el
nombre de un álbum del mismo título del grupo californiano), pero también los
Zombies, los Kinks y el movimiento tropicalista brasileño. Farré es un fanático
de los arreglistas pop de los 60, como Brian Wilson o lo que hizo George Martin
con los Beatles.
Wild Honey acudirá
esta primavera y verano a varios festivales de pop independiente. Lo hará con
un grupo de hasta siete miembros, entre ellos su novia, Cristina, que exhibirá
un extraño instrumento: el serrucho, procedente del norte de Europa: al tocarlo
con una varilla emite un sonido ululante. En esencia es una enorme sierra. “El
problema es que es incómodo para viajar: no es fácil hacer entender a los
policías que no lo queremos para descuartizar cadáveres”.
Farré no se
considera un enfermizo coleccionista de discos de los 60: “Tengo amigos que sí,
pero yo soy más abierto. Por ejemplo, ahora me gusta mucho la música
electrónica”. Entre sus fidelidades, hay dos incuestionables: el Barça y una
cazadora de cuero decorada con cuatro chapitas de los miembros de los Monkees:
“La tengo desde hace tanto que hasta mi novia la odia y mis amigos me preguntan
si se la he quitado a mi abuelo. Pero me la sigo poniendo a veces”.
escuchar con pizzas turcas y cerveza alemana
Big flash está grabado en
un agradable loft de Berlín, donde tiene su estudio el productor del
disco, Tim Gane, miembro del grupo inglés Stereolab. “En lugar de pagarme
un curso de productor invertí en que Gane produjera el disco. Es uno de mis
ídolos”, explica el
líder de Wild Honey. En ese loft, rodeados de guitarras y sintetizadores antiguos (Gane es
un fanático de este instrumento), los dos
músicos fabricaron el álbum con un menú particular: pizzas turcas de la
tienda de la esquina (la comunidad turca es abundante en Berlín), cerveza
alemana y té.
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