Texto: Carlos Marcos. Foto: Luis Rubio. (Publicado en 'Dominical' el 26/mayo/2013)
Asegura que sobrevivió a la época dura de las drogas por su privilegiada genética. Sin embargo, la actual situación económica le puede tumbar: este año será el primero de sus tres décadas en la música en el que perderá dinero. Por el camino, su ausencia más dolorosa, su choque de egos con Andrés Calamaro y su último disco
Asegura que sobrevivió a la época dura de las drogas por su privilegiada genética. Sin embargo, la actual situación económica le puede tumbar: este año será el primero de sus tres décadas en la música en el que perderá dinero. Por el camino, su ausencia más dolorosa, su choque de egos con Andrés Calamaro y su último disco
Hacemos a Ariel Rot la última pregunta de la entrevista. “¿Qué le lleva a usted a la perdición?”. Construye una sonrisa canalla que casi valdría para responder a la pregunta y luego añade: “No sé, ¿me ve usted como alguien con tendencia a perderse?”. Antes, durante toda la charla, el rockero nacido en Buenos Aires (residente en Madrid, con algún paréntesis, desde los setenta), ha estado confesional, repasando más de 30 años de carrera, incluyendo su último disco, La huesuda. Padre de dos hijos (de diez y siete años), pronto le veremos de gira junto a Leiva y Loquillo. Pero antes desvela sus inquietudes y certezas...
Así sobreviví a las drogas. “Sobreviví a la época dura de las drogas porque tengo una genética privilegiada. En realidad es una buena herencia genética, que derroché a lo bestia. También tuvo algo que ver con mi sistema nervioso, que es frágil. Y eso te asusta. Los ataques de ansiedad, los pánicos… Todas esas cosas me hicieron poner límites y moderarme. Y también, probablemente, porque tuve suerte, en una época en la que todo era desfase y, cuanto más, mejor. Tuve suerte y no una personalidad tan autodestructiva como otros”.
Tequila y Los Rodríguez. “La parte más dura de Tequila empezó cuando nos separamos. Todo formaba parte del hedonismo, de la cosa lúdica y de pasarlo bien. Cuando de repente se acabó Tequila, todas esas adicciones estaban ahí, pero se las vivía de otra manera: se padecían, no se disfrutaban. Con Los Rodríguez cambiamos de drogas. En lugar de las drogas que te calman, pasamos a las que te permiten estar tres días sin dormir. Si hablamos claro, la heroína proporciona cierta sensatez, y la cocaína no”.
Peleas de egos. “Tequila fue un momento de muchísima felicidad. La sensación con la que me levantaba por la mañana. No quería parar. Pensaba: ‘Guau, qué está pasando, no quiero perderme ni un segundo’. Coincidía con las primeras novias… Con Los Rodríguez pasamos por momentos increíbles, pero también estaba la otra cara de la moneda. Momentos bravos, con las personalidades más complejas, no la misma entrega grupal que podía haber con Tequila. Las individualidades primaban más, y surgían los conflictos. Pero también me lo pasaba bien, con Julián, con Andrés, con Zamora…”.
Mi relación con Alejo Stivel y Andrés Calamaro. “Llevo un tiempo bastante distanciado de Alejo [Stivel, su socio como cantante en Tequila] y Andrés [Calamaro, su socio en Los Rodríguez]. Con Alejo tuve el reencuentro en la reunión de Tequila. Fue todo muy correcto, pero no demasiado intenso. Con Alejo actualmente hay cariño, pero se mantienen ciertas distancias. Con Andrés hace muchísimo que no tengo contacto. Con Andrés tenemos esa relación de respetar los momentos y las fobias. Cuando yo veo, o él ve, que no es el momento para conectar, pues no hay ningún tipo de presión. Sinceramente, no sé cómo es Andrés ahora mismo. Dicho esto, no podría elegir a nadie mejor que Alejo y Andrés para hacer un equipo musical invencible”.
La inmensa minoría. “En Argentina el rock es una institución enorme. Y eso se nota en los colegios. Se propicia que los chavales tengan su banda de rock en la escuela. Y, claro, por eso la gente come durante un mes espaguetis con agua para poder pagarse una entrada para un concierto. Sin embargo, en España hay una gran falta de afición al rock. La gente no va a ahorrar para ir a un concierto. Tienen otras prioridades. Pero esa minoría que es fanática, para mí es una inmensa minoría. Por eso cada vez soy más obsesivo y meticuloso con el trabajo que hago, porque considero que esa minoría se merece lo mejor”.
Sobre la muerte y Peter Pan. “En esta profesión tan tendente al peterpanismo, con ese síndrome de Peter Pan tan arraigado, parece que el tema del tiempo y de la muerte son tabúes. En la literatura y en el cine siempre están presentes. Pero en el rock, no. En mis letras actuales hablo del paso del tiempo y de la muerte con ironía, como algo inevitable, pero sacándole la parte buena”.
¡A dónde vamos a llegar, por dios! “No he tenido decepciones personales reseñables. En lo colectivo, el gran chasco nos lo estamos llevando todos ahora. Este sueño en el que hemos vivido durante todos estos años es como cuando encienden las luces de la discoteca y quitan la música: todos nos empezamos a ver de otra manera y se ven las cosas como son. Es muy duro lo que está ocurriendo, y no solo en lo económico. ¡Hacia dónde nos va a llevar esta mayoría absoluta, por Dios! ¡Hasta dónde van a llegar…!”.
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