Sí, el mejor disco para escuchar en este
crispado 2012 se grabó hace 35 años. Ahora que empiezan a publicarse las listas
con los álbumes más relevantes de la temporada, desde aquí nos postulamos: The Clash, de 1977. ¿Una gracieta? No
tanto. Se trata de poner el foco sobre un aspecto bastante llamativo: dónde
están las canciones, dónde se encuentran las obras musicales (conceptuales, por
qué no) concebidas a pie de calle, que hablen de los tiempos perros que
soportamos. Pues aquí está: el debut de los The Clash, un disco seco, visceral,
social, cantado y tocado con la vena hinchada. Gritado.
Y hablando de listas. Es sorprendente que en las muchas que existen con el
rimbombante título de Los mejores discos
de debut de la historia pocas veces aparezca el rabioso bautismo de The
Clash. Se merece estar ahí, sin duda. Seguramente no aparece porque del grupo
de Joe Strummer y Mick Jones todo se capitaliza en London calling, esa obra cumbre del rock que sepulta todo lo
anterior de la banda, que fue mucho más interesante que lo posterior. The Clash ofrece todo lo bueno de los
debuts: rabia, inexperiencia, ingobernabilidad, inconsciencia, amateurismo…
Todo bueno cuando se trata de una primera obra. Grabado en tres fines de semana,
suena muchas veces congestionado, rudo, como si te lanzasen por un terraplén.
Son cuatro vándalos picando piedra con nada que perder y poca cosa que ganar.
Joe Strummer parece permanentemente cabreado cuando canta. Y habla de la clase
obrera, del racismo, de tomar la calle antes de que los poderos la llenen con sus
guardaespaldas (¿os suena de algo?).
La historia dice que los Sex Pistols
pegaron primero (de hecho los Clash fueron teloneros de la pandilla de Johnny
Rotten), pero la banda de Strummer caló más por una razón: fueron más abiertos
tanto ideológicamente como estilísticamente. Mientras los Pistols eran el rock
and roll sucio y el nihilismo de choque, los Clash lanzaron mensajes sociales y
se preocuparon por tocar otros palos musicales además del punk bronca.
En aquella época los Clash ensayaban en pisos de protección oficial abandonados
(ahora son propiedad de los bancos) que cientos de jóvenes londinenses ocuparon.
“Si no llega a ser por esos pisos quizá no hubiésemos podido montar un grupo”,
apunta Strummer en el espléndido documental de Don Letts sobre el cuarteto, Westway to the world. Los Clash tenían
discusiones políticas en el local de ensayo, algo realmente novedoso es una
escena punk donde primaba el cazurrismo ideológico.
Acudamos a una escena para comprender
mejor el ideario de esta banda. Mick Jones (guitarra) y Paul Simonon (bajo) le
proponen a Joe Strummer (voz y guitarra) que se una a la banda. Los dos habían
visto (y se quedaron alucinados) a Strummer en un grupo que empezaba a despuntar,
los 101’ers. Lo primero que hacen Jones y Simonon es mostrar a Strummer un tema
que ya habían compuesto, I’m so bored with
you (Estoy aburrido de ti). Pero Strummer cambia la letra: I’m so bored with the U.S.A (Estoy aburrido de Estados Unidos). “Pero si la
canción trata sobre mi ex novia…”, le espeta Jones a Strummer. Demasiado tarde:
el vocalista ya había enfocado ideológicamente a la banda. Strummer quería
subrayar con esta letra que el Reino Unido estaba bajo la tutela permanente de
Estados Unidos (equivalencias 2012: España-Alemania).
I’m so bored with the U.S.A es uno de los himnos de The Clash. Hay muchos más. Deny trata sobre las nefastas consecuencias de las drogas duras. “Me dijiste que lo habías dejado/ Pero, cariño, he visto tus brazos”, clama Strummer en la pieza. 48 hours es una canción que debieron escuchar los Libertines miles de veces. Cuenta lo importante de aprovechar el fin de semana, haciendo el vándalo si es posible. Career opportunities viene directamente de la pasión de Strummer por los Ramones.
En el tramo final suena Police
& thieves, el más largo (seis minutos) del álbum y con un marcado ritmo
reggae (con ese delicioso coro que contrasta con los escupitajos de Strummer),
género que estuvo presente en posteriores discos del grupo y que llegó por vía
del bajista, el desdentado Paul Simonon, habitual de los ambiente fumetas
jamaicanos de Londres. Police &
thieves es la única versión del
disco, un tema del jamaicano Junior Murvin, producida por el gran gurú del dub, Lee Scratch Perry, que con 76 años
todavía sigue dando guerra.
Aunque la canción bandera de este debut fue White
riot (también muy ramoniana), con
su temática alentando a la revuelta callejera, la grandeza de este disco la
representa London´s burning, colocada en
el ecuador del álbum, como sin darle importancia. Estamos ante un ejercicio de
cartografía punk londinense, de descripción de una ciudad (y un país) en los
años previos de abrazar el thatcherismo.
Mejor quemar la ciudad antes de que los poderosos saquen las porras (otra
situación que nos suena, ¿eh?). Poco más de dos minutos que arrancan con
Strummer dejándose la garganta: “¡London´s burning!”. Y Mick Jones azotando a su
guitarra. Imposible escucharla sin pegar botes. Cuidado, puede resultar peligrosa: te entran ganas de lanzar un
ladrillo a algún escaparate.
El debut de los Clash se escucha hoy como si se hubiera escrito en 2012. En efecto: la banda sonora de este año se cocinó hace 35 años. Da que pensar…
El debut de los Clash se escucha hoy como si se hubiera escrito en 2012. En efecto: la banda sonora de este año se cocinó hace 35 años. Da que pensar…
Aquí puedes ver la nerviosa interpretación de London’s burning en 1978. Es una grabación rara: Strummer canta,
pero no toca la guitarra, y al final del tema hace el cabra y se cae
al foso. Por cierto, no me digáis que no os recuerda un poco en el físico a
nuestro Manolo García:
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